martes, 2 de enero de 2018


En 1974 se publicó una obra en italiano, titulada «Cosí parlò Padre Pio»: «Así habló el Padre Pio» (San Giovanni Rotondo, Foggia, Italia), con el imprimatur de Mons. Fanton, obispo auxiliar de Vincencia. 

En este presente trabajo sacamos algunos pasajes en los que el Padre Pío hablaba de la Santa Misa:



Padre, ¿ama el Señor el Sacrificio?
Sí, porque con él regenera el mundo.

¿Cuánta gloria le da la Misa a Dios?
Una gloria infinita.

¿Qué debemos hacer durante la Santa Misa?
Compadecernos y amar.

Padre, ¿cómo debemos asistir a la Santa Misa?
Como asistieron la Santísima Virgen y las piadosas mujeres. Como asistió San Juan al Sacrificio Eucarístico y al Sacrificio cruento de la Cruz.

Padre, ¿qué beneficios recibimos al asistir a la Santa Misa?
No se pueden contar. Los veréis en el Paraíso. Cuando asistas a la Santa Misa, renueva tu fe y medita en la Víctima que se inmola por ti a la Divina Justicia, para aplacarla y hacerla propicia. No te alejes del altar sin derramar lágrimas de dolor y de amor a Jesús, crucificado por tu salvación. La Virgen Dolorosa te acompañará y será tu dulce inspiración.

Padre, ¿qué es su Misa?
Una unión sagrada con la Pasión de Jesús. Mi responsabilidad es única en el mundo -decía llorando.

¿Qué tengo que descubrir en su Santa Misa?
Todo el Calvario.

Padre, dígame todo lo que sufre Vd. durante la Santa Misa.
Sufro todo lo que Jesús sufrió en su Pasión, aunque sin proporción, sólo en cuanto lo puede hacer una creatura humana. Y esto, a pesar de cada uno de mis faltas y por su sola bondad.

Padre, durante el Sacrificio Divino, ¿carga Vd. nuestros pecados?
No puedo dejar de hacerlo, puesto que es una parte del Santo Sacrificio.

¿El Señor le considera a Vd. como un pecador?
No lo sé, pero me temo que así es.

Yo lo he visto temblar a Vd. cuando sube las gradas del Altar. ¿Por qué? ¿Por lo que tiene que sufrir?
No por lo que tengo que sufrir, sino por lo que tengo que ofrecer.

¿En qué momento de la Misa sufre Vd. más?
En la Consagración y en la Comunión.

Padre, esta mañana en la Misa, al leer la historia de Esaú, que vendió su primogenitura, sus ojos se llenaron de lágrimas.
¡Te parece poco, despreciar los dones de Dios!

¿Por qué, al leer el Evangelio, lloró cuando leyó esas palabras: «Quien come mi carne y bebe mi sangre»...?
Llora conmigo de ternura.

Padre, ¿por qué llora Vd. casi siempre cuando lee el Evangelio en la Misa?

Nos parece que no tiene importancia el que un Dios le hable a sus creaturas y que ellas lo contradigan y que continuamente lo ofendan con su ingratitud e incredulidad.

Su Misa, Padre, ¿es un sacrificio cruento?
¡Hereje!

Perdón, Padre, quise decir que en la Misa el Sacrificio de Jesús no es cruento, pero que la participación de Vd. a toda la Pasión si lo es. ¿Me equivoco?

Pues no, en eso no te equivocas. Creo que seguramente tienes razón.

¿Quien le limpia la sangre durante la Santa Misa?
Nadie.

Padre, ¿por qué llora en el Ofertorio?
¿Quieres saber el secreto? Pues bien: porque es el momento en que el alma se separa de las cosas profanas.

Durante su Misa, Padre, la gente hace un poco de ruido.
Si estuvieses en el Calvario, ¿no escucharías gritos, blasfemias, ruidos y amenazas? Había un alboroto enorme.

¿No le distraen los ruidos?
Para nada.

Padre, ¿por qué sufre tanto en la Consagración?
No seas malo... (no quiero que me preguntes eso...).

Padre, ¡dígamelo! ¿Por qué sufre tanto en la Consagración?
Porque en ese momento se produce realmente una nueva y admirable destrucción y creación.

Padre, ¿por qué llora en el Altar y qué significan las palabras que dice Vd. en la Elevación? Se lo pregunto por curiosidad, pero también porque quiero repetirlas con Vd.
Los secretos de Rey supremo no pueden revelarse sin profanarlos. Me preguntas por qué lloro, pero yo no quisiera derramar esas pobres lagrimitas sino torrentes de ellas. ¿No meditas en este grandioso misterio?

Padre, ¿sufre Vd. durante la Misa la amargura de la hiel?
Sí, muy a menudo...

Padre, ¿cómo puede estarse de pie en el Altar?
Como estaba Jesús en la Cruz.

En el Altar, ¿está Vd. clavado en la Cruz como Jesús en el Calvario?
¿Y aún me lo preguntas?

¿Como se halla Vd.?
Como Jesús en el Calvario.

Padre, los verdugos acostaron la Cruz de Jesús para hundirle los clavos?
Evidentemente.

¿A Vd. también se los clavan?
¡Y de qué manera!

¿También acuestan la Cruz para Vd.?
Sí, pero no hay que tener miedo.

Padre, durante la Misa, ¿dice Vd. las siete palabras que Jesús dijo en la Cruz?
Sí, indignamente, pero también yo las digo.

Y ¿a quién le dice: «Mujer, he aquí a tu hijo»?
Se lo digo a Ella: He aquí a los hijos de Tu Hijo.

¿Sufre Vd. la sed y el abandono de Jesús?
Sí.

¿En qué momento?
Después de la Consagración.

¿Hasta qué momento?
Suele ser hasta la Comunión.

Vd. ha dicho que le avergüenza decir: «Busqué quien me consolase y no lo hallé». ¿Por qué?
Porque nuestro sufrimiento, de verdaderos culpables, no es nada en comparación del de Jesus.

¿Ante quién siente vergüenza?
Ante Dios y mi conciencia.

Los Angeles del Señor ¿lo reconfortan en el Altar en el que se inmola Vd.?
Pues... no lo siento.

Si el consuelo no llega hasta su alma durante el Santo Sacrificio y Vd. sufre, como Jesús, el abandono total, nuestra presencia no sirve de nada.
La utilidad es para vosotros. ¿Acaso fue inútil la presencia de la Virgen Dolorosa, de San Juan y de las piadosas mujeres a los pies de Jesús agonizante?

¿Qué es la sagrada Comunión?
Es toda una misericordia interior y exterior, todo un abrazo. Pídele a Jesús que se deje sentir sensiblemente.

Cuando viene Jesús, ¿visita solamente el alma?
El ser entero.

¿Qué hace Jesús en la Comunión?
Se deleita en su creatura.

Cuando se une a Jesús en la Santa Comunión, ¿que quiere que le pidamos al Señor por Vd.?
Que sea otro Jesús, todo Jesús y siempre Jesús.

¿Sufre Vd. también en la Comunión?
Es el punto culminante.

Después de la Comunión, ¿continúan sus sufrimientos?
Sí, pero son sufrimientos de amor.

¿A quién se dirigió la última mirada de Jesús agonizante?
A su Madre.

Y Vd., ¿a quién mira?
A mis hermanos de exilio.

¿Muere Vd. en la Santa Misa?
Místicamente, en la Sagrada Comunión.

¿Es por exceso de amor o de dolor?
Por ambas cosas, pero más por amor.

Si Vd. muere en la Comunión ¿ya no está en el Altar? ¿Por qué?
Jesús muerto, seguía estando en el Calvario.

Padre, Vd. a dicho que la víctima muere en la Comunión. ¿Lo ponen a Vd. en los brazos de Nuestra Señora?
En los de San Francisco.

Padre, ¿Jesús desclava los brazos de la Cruz para descansar en Vd.?
¡Soy yo quien descansa en El!

¿Cuánto ama a Jesús?
Mi deseo es infinito, pero la verdad es que, por desgracia, tengo que decir que nada, y me da mucha pena.

Padre, ¿por qué llora Vd. al pronunciar la última frase del Evangelio de San Juan: «Y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad»?
¿Te parece poco? Si los Apóstoles, con sus ojos de carne, han visto esa gloria, ¿cómo será la que veremos en el Hijo de Dios, en Jesús, cuando se manifieste en el Cielo?

¿Qué unión tendremos entonces con Jesús?
La Eucaristía nos da una idea.

¿Asiste la Santísima Virgen a su Misa?
¿Crees que la Mamá no se interesa por su hijo?

¿Y los ángeles?
En multitudes.

¿Qué hacen?
Adoran y aman.

Padre, ¿quién está más cerca de su Altar?
Todo el Paraíso.

¿Le gustaría decir más de una Misa cada día?
Si yo pudiese, no querría bajar nunca del Altar.

Me ha dicho que Vd. trae consigo su propio Altar...
Sí, porque se realizan estas palabras del Apóstol: «Llevo en mi cuerpo las señales del Señor Jesús» (Gal. 6, 17), «estoy crucificado con Cristo» (Gal. 2, 19) y «castigo mi cuerpo y lo esclavizo» (I Cor. 9, 27).

¡En ese caso, no me equivoco cuando digo que estoy viendo a Jesús Crucificado!
(No contesta).

Padre, ¿se acuerda Vd. de mí durante la Santa Misa?
Durante toda la Misa, desde el principio al fin, me acuerdo de tí.

La Misa del Padre Pío en sus primeros años duraba más de dos horas. Siempre fue un éxtasis de amor y de dolor. Su rostro se veía enteramente concentrado en Dios y lleno de lágrimas. Un día, al confesarme, le pregunté sobre este gran misterio:

Padre, quiero hacerle una pregunta.
Dime, hijo.

Padre, quisiera preguntarle qué es la Misa.
¿Por qué me preguntas eso?

Para oírla mejor, Padre.
Hijo, te puedo decir lo que es mi Misa.

Pues eso es lo que quiero saber, Padre.
Hijo mío, estamos siempre en la cruz y la Misa es una continua agonía.

sábado, 30 de diciembre de 2017

EL MAL MORAL



¿Qué significa eso de que por sus frutos se conoce el árbol? ¿No hablaba el Señor de las dos volun­tades del hombre, la buena y la mala, llamando a la una árbol bueno y a la otra árbol malo? Porque de la buena voluntad nacen las obras buenas, y de la mala las malas, sin que puedan las obras buenas nacer de una voluntad mala, y viceversa.

Nos preguntan de dónde ha nacido el mal. Respondemos que del bien, pero no de aquel sumo e inconmutable Bien. Los males han nacido, por lo tanto, de estos bienes inferiores y mudables. Enten­demos que el mal no puede ser una naturaleza, sino un vicio de ésta; pero, sin embargo, entendemos también que no puede por menos de nacer y vivir en alguna naturaleza y que no puede haber nada que sea malo si no se ha separado de la bondad. Pero ¿de quién es defecto el mal sino de alguna natura­leza? Porque hasta la misma voluntad mala es voluntad de alguna naturaleza. Tanto el ángel como el hombre son naturalezas, y la voluntad, si es voluntad, no puede por menos de pertenecer a alguien. Pero a tanto alcanza la voluntad, que es capaz de cualificar a la naturaleza a quien pertenece. Porque si preguntan qué es el ángel o el hombre de mala voluntad, se os responderá con toda razón: Malo; y la razón es que reciben su cualificación más de su voluntad, que es mala, que de su naturaleza, que es buena. La naturaleza es una substancia capaz de recibir la bondad o la malicia; capaz de recibir la bondad, participando del Bien, por quien fue hecha; y de recibir la malicia, 110 porque participe de algún mal, sino porque es privada del bien; esto es, no porque se mezcle con alguna naturaleza mala de suyo, puesto que no existe una naturaleza mala en cuanto tal, sino porque se separa del Bien sumo e inconmutable.


La calificación moral procede de la voluntad.

El árbol bueno no produce frutos malos, frase con la que el Señor no indica una naturaleza de la cual salgan esos frutos de que habla, sino una voluntad buena o mala, cuyos frutos son las obras, que no pueden ser malas si proceden de una voluntad buena, ni buenas si son producidas por una volun­tad mala.

Pero quizás tú u otro me pregunte: ¿Cómo es que un árbol creado por el hombre, a saber, su buena voluntad, no puede producir frutos malos, y, en cambio, de la naturaleza, que fue creada por Dios, pueden nacer árboles malos (la mala voluntad), que producen frutos malos? Dios produce la naturaleza buena, y de la naturaleza buena puede salir una voluntad mala. El hombre produce una voluntad bue­na, y de ella no pueden salir obras malas. ¿Puede el hombre más que Dios? Oíd diligentemente lo que nos dice Ambrosio: “¿Qué es la malicia sino la falta del bien? No hay nada malo sino aquello que es privado del bien, porque la raíz de la malicia consiste en la falta del bien.

Deduce tú de esto que la voluntad mala es un árbol malo porque se ha separado del sumo Bien, con lo cual el bien creado se priva del Bien creador, y así se puede encontrar en él la raíz del mal, que no es otra sino la falta del bien. Y la voluntad buena es árbol bueno, porque, por medio de ella, el hom­bre se dirige al sumo e inconmutable Bien, donde se llena de él y produce frutos buenos. Pero Dios es el autor de todos los bienes, tanto de la naturaleza buena como de la voluntad buena, la cual no puede hacer nada si Dios no obra en ella.


La hipocresía.

1. Pureza de intención y fingimiento hipócrita.

Los que se apartan de aquella íntima y secretísima luz de la verdad, no encuentran donde pueda complacerse su soberbia, como no sea con fraudes y en­gaños. De ahí nace la hipocresía, en la que algunos son tan hábiles, que pueden engañar a cuantos quiera. El ojo limpio, al obrar el bien, no debe pretender las alabanzas humanas ni referir a ellas sus obras buenas, esto es, no debe hacer el bien para agradar a los hombres. En caso de no buscar más que las alabanzas humanas, bastaría con simular el bien, porque los hombres, incapaces de ver el cora­zón, alabarían lo falso; los que esto hacen simulan la bondad y son hombres de corazón doble. No tie­nen, por lo tanto, corazón sencillo, es decir, limpio, que desprecie las alabanzas humanas y mire y de­see complacer únicamente, con su vida buena, al que ve la conciencia en su interior.

2. Agradar a los hombres por Dios y para Dios.

Nos dice el Apóstol: Si aún buscase agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo, a pesar de haber dicho en otro lugar: Como procuro yo agradar a todos en todo. Los que no entienden, creen ver oposición en ambos pensamientos; pero, en realidad, lo que quiere decir al afirmar que no agrada a los hombres, es que no obra bien por complacerlos a ellos, sino a Dios, cuyo amor quiere dirigir los corazones humanos complaciéndolos. Por eso dice con razón que no procuraba agradar a los hombres, porque hasta cuando los contentaba lo hacía por Dios, y si manda a los fieles que agraden a los hombres, no es para que apetezcan esta complacencia como premio de sus obras, sino porque es imposible agradar a Dios sin mostrarse como ejemplo a los que queremos salvar, y es imposible mostrarse como ejemplo y que nos imiten si no les agradamos. Tampoco es un absurdo decir: Cuando busco el barco, no busco el barco, sino la patria a que me diri­jo-

3. Castigo del hipócrita.

Cuando hagas, pues, limosnas, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres. No te empeñes en que te conozcan, como los hipócritas. Todos sabemos que los hipócritas no llevan en su corazón lo que muestran a los ojos de los hombres. Son simuladores disfrazados de personas distin­tas de la propia, como ocurre en las fabulas escénicas. En efecto, el finge que es justo y no lo practi­ca, porque pone todo el fruto en las alabanzas de los hombres; fruto que también los simuladores, engañando a aquellos hombres que los creen buenos y los alaban, pueden conseguir. Pero estos tales no recibirán el premio de Dios, que lee los corazones, sino el suplicio de su mentira; ya recibieron su premio de los hombres, y con toda razón se les dirá: Separaos de mí, operarios mentirosos; utilizas­teis mi nombre y no hicisteis mis obras.


Universalidad de la concupiscencia.

4. La vida del justo es una guerra, no un triunfo

Los hombres sienten una inclinación al pecado que apenas pueden contener, y por eso, en cuanto oyen que el Apóstol dice: No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, obran el mal, e ima­ginándose que no les place haberlo obrado, se creen ya semejantes al Apóstol.

En primer lugar, recordad lo que habéis oído tantas veces gracias a Dios: que la vida del justo, mientras permanece en este cuerpo, es una guerra y no un triunfo. Un día llegará el triunfo de esa gue­rra. Por eso el Apóstol ya lanza gritos guerreros, ya entona voces triunfales. Habéis oído el grito de la guerra: No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Si, pues, hago lo que no quiero, reco­nozco que la ley es buena. Queriendo hacer el bien, es el mal lo que se apega; pues siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado. En esas voces de repugnancia y de cautividad, ¿no conoces el grito de la guerra? No es la hora del triunfo todavía, pero también este ha de llegar. El mismo Apóstol te lo enseña y dice: Es preciso que lo corruptible se vista de incorrupción: Ése es el grito triunfal. Entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido absorbida por la victoria. Gritan los triunfadores: ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? Vivimos ahora en la guerra. Los que todavía no hayan querido pelear no entenderán lo que se dijo; los que pele­áis lo entenderéis; mi voz resonará y la vuestra hablará en silencio.

5. Hay que vivir según el espíritu y no según la carne

Ante todo, recordad lo que San Pablo escribía a los gálatas, lugar en que expuso claramente esta doctrina. Hablando a los fieles y a los bautizados, a los que se les habían perdonado en aquel santo lavatorio todos los pecados; hablando, pues, a los que luchaban, les dice: Andad en espíritu y no deis satisfacción a las concupiscencias de la carne. No dice no hagáis, sino 110 perfeccionéis. ¿Por qué? Porque, continúa, la carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu, pues una y otro se oponen de modo que no hagáis lo que queréis. Pero si os guiáis por el espíritu, no estáis bajo la ley; pero si, cier­tamente, bajo la gracia. Si os guiáis por el espíritu. ¿En qué consiste guiarse por el espíritu? En con­sentir a los mandatos del espíritu de Dios y no a los deseos de la carne. Sin embargo, ésta desea y se resiste, quiere algo que tú no quieres; persevera, y tú te opones.


San Agustín, tomado del boletín Fides n° 1069.

viernes, 29 de diciembre de 2017

COMO  CREAR UNA SOCIEDAD PLAGADA DE ACEDIA

Antes de comenzar quisiera dar algunas consideraciones.

            La Acedia es un estado espiritual del alma donde existe una incapacidad del alma de alegrarse en, con y por Dios. Entre las características manifiestas encontramos: la indiferencia, la ingratitud, la tibieza, la tristeza por los bienes divinos, la ceguera, en enfriamiento de la virtud, incapacidad de alegrarse por el culto divino, la impiedad. Se presenta primero como una tentación y cuando se acepta se vuelve hábito y evita el progreso en la vida espiritual.

            Su raíz es histórica, el origen es a partir de la caída de los ángeles, quienes pecaron por soberbia y envidia, y por esta razón entra la muerte en la humanidad. El demonio odia al hombre por su capacidad de amar, entonces si no puede destruir la obra creadora de Dios la corrompe.

El demonio se entristeció por el bien de Adán y Eva, y hace que el hombre incumpla el designio Divino, que continúa a través de la historia. Es por esto que trabaja incansablemente en la búsqueda de la condenación del género humano y para ello incita al hombre a que peque de acedia Con su astucia ha logrado introducir sutilmente en el mundo tres mentiras principales:

La Primera forma: La mentira favorita de Satanás es decir que él no existe. Esta mentira viene en varias formas. La más flagrante es decir que él y Dios no existen.

La segunda forma: dejar que usted crea en Dios, pero decir que el mismo Satanás no existe, que es una creencia medieval o supersticiosa.

La tercera: forma de la mentira es que él no es una persona real y personal, que “el diablo” es simplemente otro nombre para el mal o lo “sombrío” o “el lado oscuro de la vida.




Todo esto lo hace persiguiendo unos fines determinados:

Control total de la mente de las personas

            Por medio de la nueva era, e implementación de filosofías y técnicas de autoayuda apartar al hombre de la verdadera espiritualidad y prácticas devocionales que le permiten estar vigilantes, para así llenarlos de nuevos elementos tales como: método de autoayuda Silva por medio del cual van a creer tener un mayor control de la conciencia, practicas de parapsicología para la curación física y mental entre ellas podemos mencionar: el reiki, la psicotrónica, yoga, las artes marciales, además de la hipnosis, regresiones  y técnicas de meditación variadas de escuelas budistas. Cambiando las verdades de fe por nuevas creencias erróneas y en algunas ocasiones sin respaldo científico, todo esto con el fin de ir aflojando la voluntad y así el poder actuar.

Destruir la Sana Doctrina

            Busca que el hombre desobedezca el designio amoroso de Dios en su palabra, ya que el es un rebelde, así como hizo que nuestros primeros padres lo hicieran En Génesis 2:16-17 se encuentra el mandamiento y advertencia que fueron dados a Adán En Génesis 3:1-6, se encuentra el relato bíblico de como Adán y Eva fueron tentados a desobedecer el mandamiento de Dios, en Génesis 3:7-10, se encuentran los resultados inmediatos de la desobediencia de Adán y Eva, el pecado original, y por esto todos los descendientes de Adán y Eva, excepto la Santísima Virgen María, venimos al mundo con el pecado original en el alma, y con las consecuencias de aquel primer pecado, que se nos transmite por generación.

            El demonio busca la oportunidad para seducir al hombre para apartarlo de la sana doctrina, durante la historia ha influido en nuestra sociedad, desde el punto de vista religioso con los herejes y la reforma, el cultural con la ilustración racionalista, teorías evolucionistas,  política con la revolución marxista y el comunismo materialista, sembrando terror y odio entre las personas, por medio de un proceso de laicización o independencia de la influencia religiosa. Corrientes relativistas y subjetivistas que por medio de falsas doctrinas desvirtúan la creación bíblica, así como también todos los eventos importantes en la historia de la salvación, tergiversando los acontecimientos, dándole  un matiz racionalista hasta el punto de negarlos.

            En la búsqueda de sumergir al hombre en la ceguera, oscuridad y sectarismo, moviéndolo a interpretar erróneamente las verdades desde el punto de vista teológico con el fin de que abandonen y renuncien voluntariamente y eliminando la verdadera religión de sus corazones.

            Apartar al hombre de la lectura de la biblia para sumergirlo en el total desconocimiento de su Dios, enfriando su conciencia y la su razón del sentido trascendental de la vida, Tu eres Dios!.

            La vida es una ilusión…Hazlo!! Solo vives una vez!! desenfreno y profundo materialismo: Compra, roba, bebe, drógate, fuma, satisface tus deseos sexuales cualesquiera que sean, y no te preocupes, lo importante es que seas feliz..la vida es para tratar de vivir la ilusión y para lograrlo hay que volverse parte del sistema.  Cual sistema? Un sistema cuyas bases son la ilusión y el materialismo.

La mente libre y pensamiento libre son dos amenazas para la sociedad actual, por eso es un menester lograr manipular las masas, para así poder descristianizarlas y paganizándola, destruyendo las reservas morales. Por medio de un aparato comunicacional se logra manipular la información, noticia, política, educacional, religión, etc. Una cosa es lo que pasa y otra es la que se dice, sociedad con una tiranía de pensamiento, y una población dócil, que respete la autoridad, es manipulable.

La familia es sumamente importante desde hace algunos años se lucha por disgregarla, hacerla disfuncional y destruirla, Una televisión laicista es un arma poderosa en contra de ella, contenidos de sexo, homosexualismo, lesbianismo, drogas y violencia que se exhiben diariamente, surge como un elemento de adoctrinamiento y entretenimiento, a las masas a través de mensajes obvios, y presentación de ídolos para imitar y adorar. A los niños se les forman ideales de una sociedad carente de sentido existencial, con ideales morales contrarios condicionando consiente e inconscientemente, una sociedad corrupta, creando confusión entre el bien y el mal, así no pueden discernir, creando una estructura de sociedad económica de consumo creando necesidades que no forman parte de nuestras vidas.

Las películas cumplen el papel de inducir a las personas dos mensajes: uno de un primer nivel que sea obvio para la audiencia carente de conocimiento, y un segundo de significado más profundo y escondido, algunos medios controlados por personas que practican el ocultismo. En plena función los sentidos embotan, y es como si se pusiera en trance a las personas, es como un estado de sueño donde se suspende la incredulidad, una catarsis, y se comienza a creer que lo que esta ante nuestros ojos es real, atravesamos estados emocionales, lloramos, reímos, nos disgustamos, falsos sentimientos de bienestar, es allí donde se estamos abiertos para la incertacion de mensajes. Una vida excitante, llena de emoción, escapando de nuestras responsabilidades, sexo – dinero – fama los placeres terrenales.  Entonces esos modelos que se nos presentan vienen a ser fenómenos sociológicos de alcance universal, iconos, ídolos, ejemplos a seguir, y ¿si se exalta el erotismo, la vanidad, deseos y fantasías?.

Los frutos de todo este coctel es que se abandone el fervor religioso, que exista una ruptura de la conciencia con su historia anterior, que caigamos en una búsqueda de los propios intereses, que los de Cristo.  Entonces caemos en los gozos mundanos: bondad fingida, benevolencia mentirosa, culto a las amistades y vínculos familiares y sociales, culto al trabajo y a la profesión para autocomplacerse. El hombre se aparta de Dios y se vuelve a las cosas, se refugia en las virtudes morales y humanas para abandonar las virtudes teologales, a las cosas que lo deleitan corporalmente.

Comienza la virtud a ser aburrida, se cae en el perpetuo olvido de las responsabilidades inmediatas esto es distracción perpetua. “Permaneced vigilantes, orando en todo tiempo para que podáis escapar de todas esas cosas que van a suceder, y para que podáis presentaros delante del Hijo del hombre.” Lc 21,36.
Cuando se estudia el conductivismo de Pavlof  encontramos una raíz materialista: cambiar el modo de pensar y conducta de los creyentes.  Disuasión colectiva, induciendo a la acedia, provocando la apostasía, esto lo encontramos característico en aquellos tribunales del pueblo de los comunistas donde se procuraba en la acusación mediante halagos y amenazas que se confesaran culpables, se imponía conciencia culpable se lograba la confesión y autoacusación a gran escala.

En la cultura occidental encontramos versiones distintas con el nombre de MODA, entonces lo que no está, no tiene cabida.  Encontramos publicidad dirigida, autocritica a ultranza, autodenigradora, autodemoledora, la meta es selectiva reorientar, reeducar hacer compatible lo que no es con el mundo. Una sociedad donde la nueva era  y el ocultismo es lo que está de moda.

Enumerando consecuencias:  la ociosidad, la pereza, importunidad de la mente, la inquietud del  cuerpo la inestabilidad, la curiosidad. No se quiere mover la inteligencia a creer para conocer el bien verdadero y la orienta a otros bienes.  Se cae en la apatía, se deprime, evasión, evasión, evasión; les invade el sinsentido, el tedio, la nausea, el aburrimiento. Terminan clausurando su corazón para el encuentro con Dios.

Es por esto que es más conveniente ahora que antes la mortificación de los sentidos, viene a ser una virtud cristiana que hace morir los apetitos contrarios, su victoria verdadera con el Cristo crucificado es por el resto de la vida.

Hay que dar una respuesta a la fe, es necesaria la gracia de Dios que se adelanta y nos ayuda junto con el auxilio interior de Espíritu Santo que mueve el corazón y lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu, concede a todos el gusto en aceptar y creer en la verdad.

REMEDIOS

§  El demonio de la acedia se exorciza con reconocerlo por su nombre.
§  Ser fiel al magisterio de la Santa Iglesia Católica
§  Ser agradecido por los bienes divinos (Casiano)
§  No anteponer nada al amor de Cristo (San Benito Abad)
§  Ponerse en guardia contra la tibieza (San Isidoro de Sevilla)
§  Pensar siempre en los bienes celestiales (San Gregorio Magno)
§  Pensar y meditar en bienes espirituales: meditación creyente, ejercicio de fe que conforta, consuela, pacifica, hace bueno (Santo Tomás de Aquino)
§  Aprecio y cultivo de la consolación, esto es el gozo de la caridad, perseverancia en el bien (San Ignacio de Loyola)
§  Tener espíritu de penitencia
§  Justa medida en el trabajo
§  Meditación y lectura espiritual
§  Asistencia a los sacramentos de la confesión y Eucaristía
§  Reflexión de los novísimos
§  Persistir, resistir, pero nunca desistir.

A M. G D.

Lic.: H. Alfredo Barón M.